miércoles, 10 de marzo de 2010

Mujeres de la Tierra.

Este es un Reconocimiento a la mujer, de parte de la Sociedad mutualista Bautista Van Schouwen, un poco atrasado a decir verdad, a raíz del remezón sísmico que azotó la zona desde donde se redacta el blog. Así que con mucho cariño, y especial aprecio, y un saludo fraterno a las mujeres que conforman y que son parte importante de nuestra mutual, las y los dejo con un texto Escrito por Pedro Cayuqueo (PF)  

martes, 11 de marzo de 2008
“Wenumapu Chao (el Padre del Cielo) creó un espacio único, plano, infinito como un
círculo-que llamó Nag Mapu-al que dejó suspendido en el aire. Luego buscó entre
otras creaciones que flotaban a la joven Wanglen (estrella) para que ocupara ese
espacio. La dejó en el Puel Mapu (el este) y desde allí Wanglen comenzó a caminar.
Muy cansada y transpirando llegó hasta Gulu Mapu (el oeste). Continuó avanzando y
arribó al Lafquén Mapu (el mar) donde se detuvo a reposar.

Allí sus pies sangraron, pero debió seguir su viaje. Casi sin fuerzas llegó al Willi
Mapu (Sur). A pesar de sus dolores y agotamiento, Wanglen prosiguió su trayecto
hasta retornar al punto inicial. Entonces observó su recorrido y se maravilló: todo
su sacrificio y cansancio se habían convertido en quebradas y montañas; sus lágrimas
habían formado vertientes y su sangre había mutado en ríos y lagos; los árboles y el
pasto habían crecido para que no le dolieran los pies. Todo lo que había creado
Wanglen en su sacrificada travesía estaba vivo y debía cuidarlo. Entonces, Wenumapu
Chao decidió enviarle un compañero”.

De esta forma relatan el origen del mundo los ancianos de la Comunidad Mapuche
Ayelen. El mito varía según el territorio, pero algo se mantiene inalterable: el rol
de Wanglen, la estrella que se transformó en mujer y que llenó de vida con sus pasos
el mundo mapuche. Y es que la mujer, desde tiempos inmemoriales, ha cumplido un rol
primordial en la persistencia y lucha de este pueblo originario en Chile. En tiempos
de paz alimentando a los suyos y cobijándolos con su calor de madre; en tiempos de
guerra, luchando en el frente de batalla, codo a codo con aquellos hombres que
Wenumapu Chao, en vista de su soledad, envió en el origen de los tiempos con la
misión de acompañarla.

Quidora, Tegualda, Guacolda y Fresia son algunas de las míticas guerreras que en
tiempos de la Conquista Española enarbolaron las banderas de la libertad mapuche.
Todas ellas, según consignan cronistas de la época, destacaron en el campo de
batalla por su valentía y fiereza, siendo protagonistas de memorables episodios que
el poeta-soldado Alonso de Ercilla no dudó en inmortalizar en su canto épico “La
Araucana”, un clásico de la literatura universal. Han transcurrido más de 500 años y
nuevas tegualgas y quidoras siguen alzando la voz de la dignidad. Esta vez frente a
un estado chileno que ha transformado el territorio mapuche en fuente inagotable de
extracción de recursos forestales, mineros, pesqueros y energéticos, pilar donde se
sustenta el desigual modelo económico imperante, atropellando con su avance
arrollador derechos históricos y, de ser necesario, la propia vida.

Patricia Troncoso Robles, la prisionera política que con su dramática huelga de
hambre de 112 días puso en la mira internacional al gobierno chileno, forma parte de
este nuevo contingente de guerreras contemporáneas. Niñas como Daniela Ñancupil,
secuestrada y amedrentada por agentes del estado el año 2001; jóvenes como Andrea
Reuca, dirigente estudiantil golpeada por la policía el año 2003; ancianas como
Berta y Nicolasa Quintreman, férreas defensoras por décadas de su tierra en la
soledad del Alto Bio Bio. A ellas se suman cientos de mujeres, miles de mujeres, que
día tras día, ya sea en el campo o en la ciudad, en la lucha territorial o en la
búsqueda de nuevos espacios de participación política, en el ámbito organizacional o
en la vida cotidiana, depositan con su transitar nuevas semillas de vida sobre el
territorio.

Millaray, flor de oro

Millaray Painemal es una destacada líder. Miembro de la comunidad Coiwe de Chol Chol
e hija de uno de los más importantes líderes mapuche de la segunda mitad del siglo
XX, don Eusebio Painemal, Millaray despuntó a temprana edad como una dirigenta
social y activista incansable. Profesional universitaria, con estudios en la ex
URSS, ha participado de numerosas organizaciones donde confluyen mujeres indígenas y
campesinas. Por largos años en la dirigencia de la Asociación Nacional de Mujeres
Rurales e Indígenas, ANAMURI, cursa por estos días una maestría en Género en
FLACSO-Ecuador, donde busca adquirir nuevas capacidades para volcarlas al trabajo
social. A su juicio, “la mujer mapuche siempre ha tenido un rol importante en la
sociedad mapuche, aunque muchas veces ha sido invisibilizado y donde se ha acentuado
sólo su rol como más ligado a la cultura y a las tradiciones. Sin embargo, las
mujeres mapuche han jugado y jugamos un rol importante
en los procesos de recuperación de territorios y en el aporte de la lucha por la
autonomía y autodeterminación de nuestro pueblo”, señala a Punto Final.

“Sin embargo, nuestro posicionamiento al interior de las comunidades como en el
mundo urbano no ha estado exento de tensiones y conflictos, especialmente con los
hombres dirigentes”, aclara de entrada Millaray. “Esta situación –nos dice- se puede
ver en las actuales organizaciones mixtas, donde no se observa un mayor
posicionamiento político de las mujeres y donde son los hombres quienes tienen el
poder en la toma de decisiones y donde las mujeres van quedando marginadas de estos
espacios. Lo anterior deriva en que las mujeres comiencen a organizarse instancias
propias de mujeres y que lleva luego a decir que las mujeres mapuche estamos siendo
influenciadas por corrientes feministas y que estamos dividiendo al movimiento. Otra
de las cosas que he visto es que existe un doble discurso en muchos de los hombres
dirigentes que hablan de la importancia de las mujeres en nuestra cultura, pero que
en la práctica no ocurre y es cosa de echar una
mirada a su vida personal para ver que el discurso se diluye rápidamente y como una
mujer mapuche me dijo hace poco ‘hay machistas enmascarados’ Creo que esta
situación, es necesario que cambie y donde se debe analizar como son las relaciones
de género en nuestra sociedad y que obviamente no son igualitarias”.

Un contrasentido no solo mapuche, agrega Millaray, toda vez que estas muestras de
machismo “cruzan por igual a todo el movimiento indígena del continente”. Ello, pese
al importante rol jugado por numerosas líderes a nivel regional. “Puedo destacar a
las mujeres del movimiento zapatista en México. En Ecuador el aporte de mujeres como
Lourdes Tiban y Teresa Zimbaña. En la sociedad mapuche admiro a Zoila Quintremil,
primera mujer en presentar su candidatura a diputada el año 1953. Asimismo el aporte
de Elvira Paine, fundadora de la Asociación Rayen Voygue de Cañete y a mi hermana
Hilda Huenteo de la Asociación de Mujeres Williche de la comunidad de Wequetrumao
en Chiloé, todas luchadoras incansables”, señala.

Pese a este panorama, Millaray es optimista en el futuro. Por ello orienta su
trabajo y reflexiones hacia las nuevas generaciones. “Existen en ellos una mayor
apertura para que las mujeres se integren a las organizaciones mixtas y donde su voz
se expresa de manera más política. De igual manera, las mujeres se apoyan y rescatan
elementos de la cosmovisión mapuche como es la dualidad y la complementariedad y
donde señalan que este es un elemento que está ayudando a posicionar a las mujeres
en igualdad con sus pares masculinos. Es indudable que las mujeres mapuche cada día
ganan mayores espacios en las organizaciones mixtas y hoy muchas de ellas se
encuentran al frente de las organizaciones. Poco a poco se está valorando su aporte
y sus diversos roles que les toca desempeñar”, destaca Millaray.

Nuevos brotes

Celeste Carilao es parte de esta nueva generación que entusiasma a Millaray. Joven
pewenche, miembro de una comunidad de Lonkimay, complementa a sus 26 años su rol de
madre (Likan, de 3 años; en camino una niña), su trabajo como profesora de historia
y su rol como Responsable del Área Lingüística del Partido Mapuche Wallmapuwen.
Destacada hablante de mapuzugun, Celestina ha representado a su organización en
diversas instancias y países. El 2007, si ir más lejos, visitó el Pais Vasco,
Galicia y Bretaña invitada por instituciones y colectividades políticas locales a
conocer experiencia de revitalización lingüística, un periplo que la llena de
orgullo. “Históricamente las mujeres hemos sido transmisoras de conocimiento en
nuestro pueblo. La transmisión de la lengua, de la cultura, de los conocimientos
tradicionales ha sido fundamentalmente obra de mujeres, abuelas, madres que han
transmitido el mapuzugun con palabras de cariño, con
retos, con juegos, etc. Allí ha estado el sustento de nuestra cultura, de lo que
aún nos queda y debemos rescatar, en la lucha de mujeres que participan de la
política, pero también en aquellas otras que se sacrifican por mantener sus hogares
unidos y en esas madres solteras que contra toda adversidad sacan adelante a sus
hijos”, señala a Punto Final.

Si bien comparte con Millaray que no ha sido para ellas un camino fácil – “tenemos
que luchar el doble, pues tenemos que hacernos cargo de los hijos, de educarlos, de
la familia y los quehaceres propios de una madre”-, reconoce que los tiempos han ido
cambiando. “Yo veo a las jóvenes hoy mejor preparadas. Creo que hay un despertar más
temprano a la conciencia y la identidad. Creo que también hay una mayor capacidad de
cuestionamiento a los moldes que nos han prefabricado de lo que se supone somos los
mapuche; me refiero a las típicas imágenes folcklorizadas, ese supuesto rechazo que
deberíamos tenerle a lo “moderno”. En lo personal, me gusta ver y saber que existe
lamngenes (hermanas) que hacen hip hop en mapuzugun, rock en nuestra lengua, gente
que está chateando en mapuzugun sin ningún complejo… eso es potente”, señala. “No se
puede negar –agrega-que la llegada de Michelle Bachelet ha provocado un cierto
cambio cultural en
el tema de genero, ello independiente que no comparto en absoluto ni su gobierno ni
sus ideas políticas”, agrega Celeste. A su juicio, es en el ámbito profesional y
estudiantil mapuche donde este cambio se observa con mayor claridad. “Esto se nota
harto en las organizaciones estudiantiles, federaciones, etc. y un poco menos en
las organizaciones rurales. Pero el cambio está ahí, está en marcha”, asegura
confiada.

Andrea Reuca es parte de ese cambio. Originaria de una comunidad lafkenche de Huapi,
comuna de Puerto Saavedra, por estos días finaliza su tesis de grado para titularse
como profesora de Historia. Egresada de la Universidad de La Frontera de Temuco, a
su corta edad ha destacado como dirigenta estudiantil, registrando en su curriculum
varios mandatos como dirigenta del Hogar Pelontuwe, emblemático centro de
organización juvenil mapuche. No le ha tocado fácil, reconoce. Muchos de los vicios
de la sociedad occidental, “uno de ellos el machismo”, subraya, también se
manifiestan a nivel juvenil. Pese a ello, los tiempos que corren no son para
callarse, asegura. “Lamento lo del machismo, pero lo entiendo como un proceso
habitual en sociedades occidentales con largas tradiciones patriarcales emanadas de
los sistemas religiosos, económicos y que han mantenido a las mujeres en condiciones
de subordinación”, señala. Lo entiende, pero no lo
justifica, menos aun al interior de su gente. “Entre los mapuche parece una
incongruencia que sean los mismos hombres quienes en nombre de un culturalismo mal
entendido promuevan ideas tan retrogradas como la inferioridad o incapacidad de la
mujer en aspectos de la vida que nos son comunes. Tengo la esperanza de que esto
cambie. Y no que las mujeres mapuche, además de tener que pelear por derechos de
nuestro pueblo frente al estado, tengamos que pelear frente a nuestros hombres.
Espero que no tenga que suceder algo así”, subraya.

Andrea reivindica con fuerza el rol de la mujer en la lucha mapuche. Y en igualdad
de condiciones con los “peñi”, sus hermanos. “El rol de las mujeres en esta lucha es
tan igual a la de los hombres, con la excepción de que quizás las mujeres sean
quienes conllevan cargas de responsabilidad y roles, como la maternidad. Si a esos
le sumas las desigualdades propias de la diferencias de genero y económicas,
encontrarás que el rol de la mujer en la lucha es bastante sacrificado, pero
imprescindible por cuanto históricamente la mujeres han sido el pilar básico de la
familia y son quienes a través de la transmisión cultural y la fortaleza propia de
la identidad mapuche han dado continuidad a nuestro pueblo”, indica.

“Y no he mencionado a las muchas mujeres dirigentes de base que también son parte de
las trincheras de resistencia”, prosigue Andrea. “A todas ellas que hoy cumplen un
rol en la lucha mapuche falta visibilizarlas y valorar su trabajo, esto por parte de
los hombres y sobre todo de parte de las mismas mujeres”, agrega. A su juicio, el
titánico esfuerzo por liberar a un pueblo no merece mezquindades de ningún tipo,
menos aun basadas en el género. “La lucha del pueblo mapuche por revindicar,
reconstruir y proyectar a su sociedad al futuro, frente a una estructura de poder
tan grande como el estado chileno, requiere de todos los esfuerzos colectivos e
individuales que sean posibles”, subraya.

Destaca Andrea la trayectoria y notoriedad mediática lograda por liderazgos
femeninos como Patricia Troncoso y la dirigenta Juana Calfunao, ambas encarceladas
por su compromiso con la defensa del territorio, pero lamenta que más allá de esos
nombres no existan “figuras públicas que podamos establecer como representantes
políticas de nuestro pueblo. Creo que es una de las deficiencias del movimiento
mapuche en la actualidad. Existe muy poco trabajo en el establecimiento de
liderazgos políticos femeninos para la causa mapuche. Entiendo que el machismo puede
ser una tranca para ello, pero también pasa por el desafío que las mujeres mapuche
nos fijemos en cuanto a enfrentar ese ambiente adverso y ponernos a opinar, a
proponer, a actuar en política a la par con los hombres. No podemos aceptar que a la
mujer mapuche se le continúe viendo como una especie de sujeto folclórico, relegada
a su rol de madre, pero sin aspiraciones cuanto participar e
incidir políticamente en la contingencia”, señala.

Al igual que Millaray y Celeste, Andrea también apuesta por un recambio
generacional. “Existe un desencanto con las antiguas dirigencias y pociones
políticas que dejaron de representarnos de manera integral como pueblo. Veo a las
nuevas generaciones de mujeres mapuches buscando alternativas, aportando en la
construcción de nuevos espacios de participación política. Hay un sentimiento global
de auto-reconocimiento mapuche que también tiene sus efectos a nivel del
empoderamiento de nosotras las mujeres. Creo que los discursos tradicionales sobre
participación están dando un giro y se impregnan hoy del valor que conlleva la
autonomía por la cual estamos luchando”, finaliza.

Voz aymara

Hortensia Hidalgo no es mapuche. Ella es aymara, pero comparte con sus “hermanas de
lucha” los mismos anhelos y un similar diagnóstico. “Las mujeres jugamos un rol
fundamental en las reivindicaciones de nuestros pueblos. Hemos luchados durantes
siglos contra el genocidio, el desplazamiento, la colonización, la asimilación
forzada, la militarización. Y somos quienes asumimos el rol de la lucha para
proteger, respetar y ejercer, tanto los derechos colectivos de nuestros pueblos, así
como nuestros derechos de mujeres dentro de nuestras comunidades”, señala. Hortensia
es una joven mujer de “armas tomar”. Vocera del Consejo Autónomo Aymara, es además
presidenta de la Coordinadora de la Mujer Indígena Rural y Urbana de la región de
Arica. Forma parte también del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad,
instancia de la cual es encargada de comunicación para Latinoamérica. Por si no
bastara, participa activamente del Centro de
Comunicación e Investigación Indígena “Chaskinayrampi” de Arica.

“A lo largo de los años he conocido muchas mujeres a nivel local, nacional e
internacional que merecen toda mi admiración. Considero que todas las mujeres son un
ejemplo, desde la abuela que te enseña a escoger las semillas o las papas en la
comunidad, hasta las compañeras que encuentras en las reuniones de Naciones Unidas
defendiendo los derechos de nuestros pueblos”, afirma orgullosa. “Pero esto no
quiere decir –aclara de inmediato- que el hombre no tenga importancia, al contrario,
dentro de nuestra cosmovisión aymara existe la dualidad y complementariedad como
principio fundamental de la cosmovisión tradicional. Y mientras no exista esa
dualidad no eres jaqi (persona). Jaqi es una persona social, que prevalece ante el
individuo y se establece una unidad social y colectiva”. Sin embargo, Hortensia
sabe que una cosa es la tradición y otra la realidad. Y es que al igual que sus
hermanas mapuches, las mujeres aymara no han recorrido
un camino fácil.

“Dentro de esta sociedad tradicionalmente machista y donde el aporte de las mujeres
en lo social, cultural y político se invisibiliza, ha sido complejo y paulatino
nuestro avance”, reconoce. “Hoy podemos decir que hemos avanzado en el
empoderamiento de medios y herramientas para aumentar el posicionamiento en
distintos niveles. Pero aun falta por hacer, principalmente seguir potenciando las
capacidades en nuestras hermanas de las nuevas generaciones, algo que es
fundamental”, subraya. “Hoy podemos distinguir organizaciones de jóvenes indígenas
organizadas que como objetivo primero comienzan en el aspecto cultural”, nos relata.
“Aquí en el norte existen muchas organizaciones de jóvenes que comienzan, por
ejemplo, atraídos primero por los bailes característicos aymaras, lo que es bueno.
El problema es cuando solo se quedan entre el baile y canto. Y el gobierno de Chile
fomenta y contribuye en esto último”, dispara.

Para Hortensia, una cuota importante de responsabilidad en el machismo que a ratos
pareciera caracterizar a la sociedad indígena seria del gobierno y sus políticas de
colonialismo interno. “La situación que vivimos las mujeres indígenas se debe
también a la aplicación de políticas colonizadoras y neoliberales contra los pueblos
indígenas. Cabe destacar que el estado chileno no valoriza la mujer indígena, la
cual es invisible en su aporte a los distintos ámbitos de la vida social. Basta
decir que no hay políticas públicas específicas que de manera eficaz promuevan la
participación plena y efectiva de las mujeres en la toma de decisiones”, subraya.
“No se nos reconoce, al contrario, cada día pareciera ser mayor la discriminación.
Las mujeres indígenas resistimos hoy una triple condición de exclusión: por ser
mujeres, indígenas y además pobres”, finaliza.


Publicado en Punto Final
Nº 657 (5 de marzo de 2008).

1 comentario:

  1. No se puede negar que las compañeras mujeres gracias a sus luchas de todo tipo y en todo los frentes han conseguido avanzar en cuanto a sus derechos dentro de las sociedades actuales, que son fundamentalmente capitalista en un 99,9%.Pero les falta mucho(lamentablemente)camino por recorrer,porque, no es una lucha por su liberación total de todos los prejuicios sociales que sufren,solamente de éllas.Si no, que también en esa lucha tenemos mucha responsabilidad nosotros los hombres.Cuando logremos erradicar el machismo de nosotros mismos,y comprendamos sinceramente que la compañera Mujer no solo tiene deberes,si no,que también tiene derechos al igual que los hombres,dentro del hogar,la familia,la fabrica,la escuela,en todos los niveles de estudios,en las empresas,en lo político y social,etc.etc,y sobre todo en el aspecto sexual(*).El machismo que nosotros sentimos y vivimos cotidiana mente;lamentablemente se nos impone desde el momento que nacemos,primero por nuestros propios padres(a ellos le ha sucedido lo mismo)y despues por el entorno social,principalemente por cuestiones culturales e ideologicas.Y nosotros(también incluyo a las compañeras mujeres)seguimos reproduciendo lamentablemente este prejuicio social y humano que es el Machismo.Basta con mirar algunas culturas que todavía existen a pesar de todos los avances y desarrollo que han tenido las sociedades en estos últimos siglos,no daremos cuenta que las compañeras mujeres sufren las peores injusticias y discriminaciones en todos los ámbitos sociales,y desde hace muchos siglos atras.Y este predominio patriarcal se refleja incluso en libro y textos de caracter revolucionario,por ejemplo:Luchar en contra de la "explotación del hombre por el hombre"consigna en contra del modo de producción capitalista.El Che también dijo en una oportunidad,unas palabras que también las dijo Jesus de acuerdo a algunos evangelios;"La creación del Hombre nuevo"(palabras dichas en contextos sociale y políticos totalmente diferentes)para poder lograr los cambios que aspiramos,y poder vivir una vida más justa.Y el Che tenía razón mientras no cambiemos nosotros mismos,las mujeres y los hombres,difilcilmente podremos cambiar la realidad imperante.O sea para que triunfe la revolución y terminemos con la explotación de una gran mayoria de mujeres y hombres por una minoria!debemos empezar por cambiar nosotros mismos,o sea una revolución dentro de nosotras y nosotros mismos.
    (*)Cuando un hijo hombre se acuesta o se ha acostado con diferentes niñas,suelen decir los papás,hermanos o demás parientes hombres y con mucho orgullo"es un hijo de tigre",Pero si lo mismo hace la hija mujer con mucha verguenza dicen "es una prostituta",como si el hijo se hubíese acostado con el aire anteriormente???(por supuesto que hay excepciones en este modo de pensar,pero nos falta mucho)
    Yo tengo dos hijas mujeres y dos hijos hombre y se lo que estoy diciendo.

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