"Queremos cambios de fondo. La alternativa de la Concertación no nos representa, no representa los intereses del pueblo. Y la renacionalización del cobre es una urgencia"
1. Desde alrededor de 1975, luego y facilitado por el golpe de Estado que envió al traste a la llamada ‘experiencia chilena al socialismo’ (es decir un proyecto nacional desarrollista con miras a construir las condiciones del socialismo sin los costos de una guerra civil y a través de elecciones dentro de los marcos de la ley burguesa), el país se convirtió paulatinamente en el laboratorio del ultraliberalismo en el mundo.
La Escuela de Chicago, capitaneada por Milton Friedman y la vanguardia de jóvenes economistas chilenos por él formados, ejecutó su programa económico y político en una pequeña nación latinoamericana caracterizada por un poderoso rol de partidos políticos de raigambre popular y de masas, una central sindical de trabajadores única y altamente politizada, el desarrollo creciente en materia cultural y hegemonía ideológica de las clases históricamente subalternas, y brotes concretos de poder dual que jaquearon a la burguesía de la época mediante formas donde la violencia organizada de los trabajadores y el pueblo jamás tuvo la extensión y tonelaje de la Revolución Mexicana, la Cubana, posteriormente la Sandinista, y las guerras de liberación en Centroamérica pocos años después.
El pueblo chileno, castigado brutalmente una y otra vez por la tiranía pinochetista, fue el conejillo de Indias donde la ideología ultraliberal consiguió su mejor plaza, la mejor situación para hacerse de la prueba, el botín y el dominio. La desnacionalización y privatización delincuencial de los recursos naturales, la banca, la industria productiva, la distribución; la flexibilización del empleo, la cesantía estructural, y, sobre todo, la reformulación de los modos y contenidos del Estado hasta convertirlo en mero actor subsidiario, aval financiero y garante militar de la clase gran propietaria, fueron los pasos iniciales y radicales de un modelo de sociedad desconocido hasta ese momento en el planeta. Entonces ni siquiera existía la palabra ‘neoliberalismo’. Es decir, en Chile, antes fue la contrarrevolución del capital y después el Verbo.
Desde 1975, pasando por la resistencia antidictatorial de los 80’, luego de 20 años de administraciones civiles de la Concertación y menos de un año y medio de la derecha tradicional, Chile ha sido el paradigma y caramelo precioso del ultraliberalismo a escala internacional, la conversión de todo en mercancía, la experiencia más usada por los manuales de la confianza plena en el mercado como núcleo de la reproducción de la vida, donde se conjuga crecimiento económico, Estado policial y sin facultades reguladoras, democracia representativa y privatización extraordinaria de los derechos y servicios sociales a escala nunca vista en los países desarrollados o menos desarrollados que Chile.
Por eso el movimiento estudiantil por la recuperación de la Educación Pública gratuita y estatal que ha sacudido al país desde hace más de dos meses es portada en los tabloides y noticieros del mundo.
2. La crisis de la hegemonía global del momento financiero sobre los otros momentos del capital, estalló localmente a través de la deuda universitaria y la pésima y abandonada enseñanza escolar pública que resta en el país.
El pueblo de Chile, el más triste de América Latina según las encuestas, luego de casi 40 años desde el golpe de Estado -tal como señala lúcidamente el Premio Nobel del la Paz Alternativo, el paraguayo Martín Almada- vuelve por sus fueros, destruye el temor, golpea al mal gobierno. Porque si la lucha contra la dictadura fue de resistencia civil y armada, la presente lucha es ofensiva y aplasta con su curso la peste del olvido, la discontinuidad histórica rota por el Pentágono y la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas y la clase mandante en sus dos formatos.
Cruzada la crisis de la deuda universitaria –apenas un botón de la angustiada industria crediticia en general- con una administración gubernamental que, cumpliendo con el programa de los órganos tutelares del capital imperialista (FMI, BM, OMC, OCDE, BID) tal como lo hiciera la Concertación, descubre con mayor nitidez sus verdaderos intereses de clase, por un lado, y subjetivamente opera en la opinión pública como un pinochetismo de civil, por otra, desplomándose en las encuestas inéditamente. A un año cuatro meses de asumir la primera magistratura nacional, Sebastián Piñera apenas tiene un cuarto de aprobación de la población a julio de 2011. Pero eso no es todo: el sistema de partidos políticos sufre una crisis vertical de representatividad donde las tiendas que conforman la Concertación tienen un apoyo del 17 % y los de la Coalición por el Cambio, un 24 %.
Es decir, entre ambas componendas apenas superan el 40 % de credibilidad ciudadana. En buenas cuentas, el sistema de partidos políticos vigente simplemente ya no está vigente. Son instituciones, grupos de interés sin posibilidad de crédito popular. Por eso el movimiento social actual funciona con autonomía del poder, expresando francamente la fractura entre el Estado, sus extensiones y partes, y la sociedad civil. Y como no hay control por arriba, por abajo se extiende la protesta y la represión policial acude a sus maneras más ilegítimas y desenfadadas para intentar poner coto al movimiento estudiantil. Los copamientos uniformados, las detenciones en masa, el endurecimiento de las penas por ‘desórdenes’, la prohibición al derecho de reunión y de manifestarse en lugares públicos; la intercepción de las comunicaciones (telefonía, Internet, redes sociales); la multiplicación de los heridos, las amenazas y los seguimientos a los dirigentes sociales; e incluso la concurrencia de extraños sin uniforme que secuestran estudiantes por horas, dejándolos abandonados más tarde son pan cotidiano. De hecho, ya existe una orden municipal para que el lunes 8 de agosto, los liceos de la comuna de Santiago en toma sean desalojados por la fuerza.
Pero la administración del Estado es, además, capaz de masticar chicle y caminar al mismo tiempo. Mientras golpea al movimiento estudiantil, por una, el 5 de agosto baleó comuneros mapuche de Ignacio Queipui –niños y jóvenes incluidos- de la zona de Temucuicui, por otra.
3. El movimiento estudiantil no es revolucionario ni socialista, no es anticapitalista ni parte de una insurrección en ciernes. En su momento real, es un movimiento de cientos de miles de estudiantes que, en general, buscan la reconquista de la educación pública como un derecho, un bien común, y no como una mercancía. Son jóvenes que aspiran a una educación pagable y de excelencia que les ofrezca movilidad social. Los estudiantes de secundaria quieren ser universitarios y los universitarios quieren ser profesionales con trabajo estable y pago justo. Naturalmente existen núcleos politizados que cuentan con una mirada más estratégica, que mañana quieren ser gobierno, que combaten porque cambie radicalmente el orden de las cosas. Pero en la fotografía ampliada, resultaría sólo un deseo que miles y miles de jóvenes de un día para otro, como conciencia que cae del cielo, se hayan deshecho de los aspectos más eficaces de la alienación capitalista. Se está frente a un enorme avance al respecto, pero queda largo trecho, variables y sujetos sociales ausentes aún para dislocar la lógica perversa acunada durante tantas décadas por la clase en el poder. Sin embargo, también es sabido que las luchas sociales capaces de terminar en victorias de los intereses profundos del pueblo suelen comenzar por reivindicaciones económicas inmediatas, y que en períodos breves alcanzan niveles superlativos de autoconciencia y politización.
4. ¿Por qué las administración de la Concertación el 2006 durante el movimiento de los secundarios y ahora el gobierno de la derecha tradicional no desmunicipalizaron la enseñanza, terminaron con la privatización casi absoluta del sistema educativo, no aumentaron el PIB en Educación y, en definitiva, no volvieron estatal, gratuito y único el sistema escolar y terciario como todos los países de la OCDE? ¿Por qué si el movimiento estudiantil no lucha centralmente por un cambio sustantivo en la dirección de los contenidos curriculares, es decir, no es disfuncional al trabajador que requiere el capital para su reproducción, Piñera no cede? Es cierto que los intereses individuales de un conjunto de capitalistas pueden resultar contradictorios a los intereses del movimiento general del capital. ¿O la desprivatización de la educación en todos sus niveles destruiría estratégicamente el programa modelo del ultraliberalismo impuesto a sangre y fuego en Chile? ¿O los grupos de interés que han amasado fortunas con la enseñanza las últimas décadas son demasiado fuertes, están en la médula del poder? ¿O simplemente la clase dominante teme que una victoria parcial de los de abajo resultaría el prólogo ascendente de un movimiento social que arrancara en la educación, pero no terminara hasta la conquista de todos los derechos conculcados? ¿Todas las anteriores?
Oportunistamente, la Concertación ha ofrecido incluso que cuando vuelva al Ejecutivo, con otras palabras, hasta implementaría la fórmula del pago universitario a través del arancel diferenciado. Después de 20 años de profundización de la privatización y de hacerse parte del negocio educativo.
5. A diferencia del movimiento secundario de 2006, hoy se han agregado los estudiantes universitarios. Pero algo más importante ocurre. Al igual que en la dictadura, la población, que en más de un 80 % aprueba la demanda estudiantil, desde la noche del jueves 4 de agosto ha comenzado a hacer sonar cacerolas a modo de protesta y solidaridad con los jóvenes. Y el ‘caceroleo’ es diario y se propaga en comunas de sectores populares y medios. También se multiplican las fogatas en las poblaciones y barrios no tan empobrecidos. Hay estudiantes, claro, pero también están los padres, los trabajadores. Aún se trata de fenómenos cuasi espontáneos y donde la violencia siempre proviene de la policía, siempre es represión.
El gran ausente todavía es el trabajador organizado, los sindicatos y los asalariados imposibilitados por ley o fuerza a sindicalizarse. Y pasa que el movimiento estudiantil por sí solo evidencia y encara la demanda, pero sin trabajadores, es más, sin un paro y protesta general de trabajadores se amplifican los obstáculos para conseguir el objetivo.
Al respecto, el Presidente de la Confederación de la Gente del Mar (pescadores artesanales y portuarios), Jorge Bustos, señala con vehemencia que “De no asumir la responsabilidad política de unirnos (los trabajadores) para cambiar nuestra patria, entonces nuestra generación será conocida por la historia como ‘cagona e inútil’. Los dirigentes de los trabajadores tenemos una responsabilidad”, y añade que “No se trata de hacerlo mañana, pero deberemos construir una gran y única central de trabajadores de Chile. Ahora, por lo menos, debemos unirnos en la acción. El primer paso se dará este mes (agosto). Los trabajadores de diferentes estadios y afinidades ideológicas nos reuniremos para dar ese costoso, pero necesario paso. Sin nosotros será más complicado lograr la profunda y necesaria democracia que anhelamos. Así como los jóvenes están haciendo su sacrificio, nosotros tenemos la responsabilidad histórica de poner nuestra parte”. Por su costado, la vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), Laura Ortiz, que ha sido víctima de detenciones y amenazas y cuya organización fue la chispa que inició el movimiento, dice que todo comenzó con la educación, “pero lo que hay detrás es mucho más grande. Cada vez se están sumando más ciudadanos. Hay muchachos que llevan más de 20 días en huelga de hambre. Y las respuestas del gobierno no tienen nada que ver con nuestras exigencias. Todavía no se da por enterado de que el pueblo es el que manda. No bajaremos las tomas hasta que no exista una solución satisfactoria”.
-¿Y los trabajadores, Laura?
“Nosotros hace tiempo que buscamos la unidad con los trabajadores, más allá de la educación, sino también por todos los derechos que no tenemos garantizados en Chile. Sabemos que los trabajadores son los más afectados, como sabemos que asimismo, para ellos es más difícil paralizar el país. Ya se están tocando cacerolas en las noches. El paso que sigue es el paro de los trabajadores.”
-¿Bastaría con que Piñera renunciara?
“Para nosotros no. Queremos cambios de fondo. La alternativa de la Concertación no nos representa, no representa los intereses del pueblo. Y la renacionalización del cobre es una urgencia.”
6. En tanto, el ex Presidente de la República, el democratacristiano Eduardo Frei Ruiz Tagle, declaró en Argentina que existe una “crisis de gobernabilidad en el país”. Otros ya exigen la renuncia de Piñera. Se trata de algunos concertacionistas que ven una vía rápida para retornar al Ejecutivo. La clase en el poder y la embajada norteamericana observan con hastío y preocupación el modo en que ha cautelado sus intereses Sebastián Piñera. Michelle Bachelet es la única carta que les queda antes de que continúe bajando en las encuestas. Con una alta movilización social y los resultados de las encuestas, Piñera podría ser conminado a ser objeto de un plebiscito para llamar rápidamente a nuevas elecciones.
El movimiento social en Chile tiene un cierto parecido al de “Los Indignados” de España y al de los “Que se vayan todos” de Argentina ocurrido a comienzos del milenio. Pero si bien, el curso de los acontecimientos en el país se presenta como un horizonte incierto, efectivamente los trabajadores deben acelerar motores para su congregación y lucha, ahora, en caliente. Y del mismo modo, los polos políticos que aspiran legítima y necesariamente a representar los intereses de los trabajadores y el pueblo, con la misma celeridad y desde el movimiento real, en la participación conciente, audaz, de acuerdo a las relaciones de fuerza y al período concreto de lucha de clases, con vocación de poder, amplia y unitaria, y como una síntesis del mismo movimiento y no desde fuera del movimiento, tienen el deber histórico de constituirse para ser alternativa política. Las oportunidades históricas no llueven para los que saben que solamente un otro mundo y un otro Chile son posibles. El tiempo corre en contra. Y es preciso conducirse como si las cosas fueran para hoy, aunque este no sea más que el comienzo, un episodio maravilloso de la promesa de la socialización del poder, la economía, la vida.
Andrés Figueroa Cornejo
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